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AUTORES DEL BLOG : Miguel Bonavota / Belen Montero del Rio / Chantal Roca Utrera

Prefiero que no me hable

Uno mira hacia atrás y ve aquella casa de su niñez. Emergen imágenes  como el patio y aquel inmenso árbol que regalaba su gran sombra. La puerta de doble hoja que siempre estaba despintada, los vecinos reunidos por las noches con sus sillas en la vereda... Sin embargo, los años y el ineludible progreso cambian lentamente las cosas. Ahora alguien te dice que un Banco a derribado esa casa y ha colocado su sucursal número cuarenta y tres.

Prefiero que no me hable
Prefiero que no me hable,
de la muerte y mi casa vieja,
de paredes insomnes
puertas y almohadas frías
del patio, con su cielo inmóvil
privado de atardeceres
primaveras y flores,
y la gran encina engreída,
¿qué diría el gran árbol?,
tanta sombra y prodigio
raíces, ramas y hojas
que  no hablan de promesas
tampoco de sonrisas cálidas, y
noches oscuras,
que el candil deshacía.

Prefiero que no me hable,
de aquel picador de bronce
que hace años han robado,
de ilustres espejos y
puertas de plata, ahora
bajo de sombras
que la soledad derrama.

Y las noches de brisas cálidas
ya nadie se sienta en las veredas,
ahora sin baldosas rotas,
hasta los perros prefieren
la solidaridad de otras calles.

Con la vieja arrogancia
de nuevas alcantarillas,
el pronóstico es la muerte
del río alegre que la lluvia convertía
y de esta aventura de vivir,
no hay niños ni pasados
navegando barquitos de papel.

Prefiero que no me hable,
que nadie canta bajo la lluvia,
sin risas sin farolas tímidas
sin una lágrima a tiempo,
con los suspiros anónimos
y el enigma desvelado
ya no crecen los sueños,
menos aún las fantasías.

El progreso está de cacería
despliega redes, captura epílogos,
reclama nostalgias,
cuántas noches habrá gastado la vida,
cuando la incondicional memoria olvida.

Prefiero que no me hable,
del baldío donde jugábamos,
dónde han plantado con orgullo
la -sucursal cuarenta y tres-
sin treguas sin lágrimas
sin afectos y desafectos,
después de todo,
el futuro no hace pactos
levanta secretos de sumarios
y tira piedritas al río seco.

La muerte desgarra mi casa vieja,
desentona en noches estrelladas,
su tiempo ahora es un instante,
un descaro para los otros inmortales,
un oasis de defectos, una tara del progreso
para el vecino Banco,
-sucursal cuarenta y tres-
que le hace guiños y quiere derribarla.

La culpa será de mi  viejo árbol,
que se ha secado, y luego lo han cortado.

Miguel Bonavota

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